Mi Guitarra y Yo – José Eduardo Sibrián
Mi Guitarra y Yo
(Yo quiero ser un adorador Parte II)
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”
Salmos 42:1-2
Tenía aproximadamente seis meses de haber recibido a Cristo en mi corazón, era un sábado y me habían invitado a un retiro organizado por los jóvenes de mi congregación el cual duraría el día completo, me emocionaba la idea de experimentar nuevas sensaciones en actividades que me ayudarían a conocer más a ese Dios de quien tanto me habían hablado y a sentir su amor más cerca de mi; expectante escuchaba con mucho cuidado las diversas temáticas que se compartieron a lo largo del día mas no tenía ni idea de la grandiosa sorpresa que Jesús tenía preparada para mí.
Fue en la última ministración donde pude ver y palpar la maravillosa presencia de Dios, aquel lugar había pasado de ser un simple auditórium a un glorioso lugar donde se podía sentir su Presencia paseándose alrededor nuestro, puedo decir que todos los que estábamos en esa habitación llorábamos sin parar, algunos caían al piso y aunque aun no entendía por qué ocurría eso lo que si tenía por seguro era que la Gloria de Dios estaba tocando nuestras vidas, algunos recibimos en ese momento cartas de nuestros familiares las cuales expresaban el apoyo de ellos y de lo felices que estaban de que estuviéramos buscando más de Él.
Y fue entonces, que mientras un hermano adoraba a Dios con su cantico y nos guiaba a adorarle que pude sentir algo en mi corazón que al parecer en ese momento era parte de la emoción que sentía, pero poco a poco fue creciendo dentro de mi corazón el llamado a ADORARLE, creo que no capte a plenitud ese llamado que Dios me estaba haciendo simplemente sentía que algo había cambiado en mi corazón, no lo terminaba de comprender porque hay cosas de Dios que no se entienden pero se hacen, así dio por terminado dicho retiro, todos regresábamos muy felices y satisfechos de que todo fue una total bendición.
Pasado el tiempo en casa estaba a punto de abrirse una reunión evangelística y quienes habrían de ser los primeros en servir éramos los de casa por ser los anfitriones, de esta manera se delegaron los privilegios a desarrollar en la reunión pero faltaba alguien que dirigiera las alabanzas y creo que no había absolutamente nadie que cantara o que por lo menos diera una buena nota con su voz, pero en medio de todo ese preguntar de quien quería pasar a cantar a capela algunas alabanzas, algunos de mi familia se les ocurrió la brillante idea de delegarme a mi ese privilegio, obviamente me negué por su puesto, porque nunca en mi vida había cantado, siempre fui una persona tímida y con la cantidad de nervios que generaba pasar frente a algunas personas y sobre todo ¡a cantar!, eso era imposible; luego un primo me sobornó diciéndome que si aceptaba el privilegio me enseñaría a tocar la guitarra para acompañar a otros hermano a cantar lo cual me llamó la atención además de venir a mi mente aquel llamado que sentí aquella tarde, de esta manera acepté; para la semana siguiente conocía y ejecutaba un poco cerca de unos cinco o seis términos que fue lo único que me enseñó dicho primo; el día de que me tocaba cantar… mejor no te cuento.
Luego comencé a pedirle a Dios que me utilizara, quería ser una persona de bendición para muchas más, oraba y le decía que me diera la oportunidad de ser parte del ministerio de alabanza y al mismo tiempo que me capacitara para poder hacerlo bien; pero como todo proceso de Dios tenía que aprender muchas cosas en el camino, apenas comenzaba y no podía de la noche a la mañana ser parte de un ministerio muy importante solo por tener el deseo de hacerlo, Él tenía que moldearme y sanar mi corazón. Recuerdo que en la espera de ese ministerio para lo único que me llamaban era para cantar en velas, vigilias, velas y mas velas ah y por si acaso en alguna vigilia; en ese tiempo creí que nunca iba a poder llegar a mi destino porque pasaba el tiempo y no sucedía nada aunque disfrutaba al máximo esos momentos, no estaba conforme pero me di cuenta que mientras más pasaba a solas con mi guitarra buscando a Dios, esos momentos marcaban mi vida, fue en la habitación donde aprendí a cantarle a Dios canciones que nunca antes había escuchado o que ya estuviesen escritas, fue adorándole junto con mi guitarra que pude entregarle áreas que necesitaba mejorar, mis temores muchos de ellos fueron borrados en esos tiempos de intimidad, mi autoestima fue restablecida, mis resentimientos hacia mis padres fueron borrados, la amargura de mi corazón y el deseo de venganza fueron cambiados por la paz, el gozo, el amor y el perdón de Dios, porque no hay nada que se comparé con el estar cerca de Él, de nuestro amado Jesús, por eso el salmista decía “Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos” (Salmos 84:2,10), porque no hay nada más gratificante que estar a los pies del Maestro. Han pasados los años y he tenido la oportunidad de dirigir la alabanza en congregaciones de ocho mil personas y reconozco que solo su gracia ha hecho posible todo eso, llegué al ministerio de alabanza a los tres años pero aprendí que mas allá de un privilegio se encuentra el MOTIVO de ese privilegio; muchas veces nos esforzamos por que las cosas nos salgan súper bien en las diferentes áreas de servicio dentro de la iglesia y eso está bien pero no hay que olvidarnos que antes de desempeñar cualquier privilegio tenemos que estar con él, nuestra vida está vacía e incompleta sin él y por él y para él fueron creadas todas las cosas incluyendo nuestro tiempo; Jesús lo resalto de esta manera “…Al Señor tu Dios adoraras, y al él solo servirás” (Lucas 4:8), Jesús antepuso la adoración al servicio porque de que nos sirve tener habilidades y talentos si su presencia no ha de estar con nosotros.
Los mejores momentos de mi vida cristiana los he pasado en mi habitación, si, junto con mi guitarra, disfruto y prefiero los momentos a solas con él antes que dirigir ante una gran multitud porque JESUS es el fin de todas las cosas. ¿Qué esperas para estar con él?
Adorar es anteponer a Jesús a nuestro tiempo, a nuestra familia, a nuestro trabajo, a nuestra iglesia, a nuestros anhelos y a nuestra vida misma.
Yo quiero ser un Adorador…
Yo quiero estar con él.
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Autor: José Eduardo Sibrián
Escrito para www.devocionaldiario.com
Que lindo testimonio, realmente es hermoso sentir la presencia de Dios cuando te encuentras en intimidad con él, es un sentir transformador, único en la que nuestra alma se deleita en él momento a momento.
Que Dios derrame en su vida un manantial de bendiciones y le siga usando en gran manera para transformar muchas vidas para la gloria de Dios.
Muy bueno tu mensaje. A mí me ocurre un fenómeno inverso. Antes de conocer al Señor era tenido por un buen guitarrista, de hecho praticaba cerca de diez horas diarias solo para demostrar que podía tocar cosas que otros no podían y esa obsesión megalómana –para que se den una idea de lo seria que era– me producía cierto estrés al punto que en algunas ocasiones no disfrutaba mucho el tocar.
El asunto es que una vez que hube conocido del ministerio de alabanza pensé que estaba listo para entrar y tocar allí, sin embargo no es tan fácil, me di cuenta que todo lo que había estado haciendo antes de eso era vanagloria y eso no tenía nada de alabanza, es más, supe que corría el riesgo de exponerme a actuar como si fuera yo, el «gran guitarrista» quien le hiciera un favor al ministerio al tocar. Claro está que estaba equivocado, y felizmente el Señor que moldea los caracteres, le va mostrando a uno que lo espiritual es lo que manda. Jesús dijo en Lucas 6:45 que «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo» y yo me decía, qué bueno voy a sacar mientras no me haga humilde y entonces, repasando mi vida musical anterior simplemente guardé la guitarra en un estuche y desistí de tocarla. Me dije como el apóstol Pablo en Filipenses 3:7-8 «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor a Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo».
Bueno, el asunto es que, para no hacerla muy extensa, guardé la guitarra y el Señor me ha ido moldeando. AHora, tras estar orando con mi esposa para que el Señor muestre dónde servirle creo que el Señor me quiere llamar a servirlo en alabanza, no porque Él me necesite a mí, sino porque yo lo necesito a Él y si nos llama, qué diremos, sino «heme aquí».
Bendiciones, gracias por el mensaje.
Hermano: bendiciones! tu testimonio y también el comentario del hermano Rubén nos muestran claramente las maravillosas y diferentes maneras que tiene Dios nuestro Señor de tratar nuestras vidas. Él tiene sus propios planes trazados para nosotros, y es necesario primero el deseo y la voluntad de conocerlo en una relación verdadera, crecer en nuestra entrega, hasta que Él nos muestre su Voluntad, entre tanto, orar para que Él pase todos nuestros deseos, proyectos y anhelos por el tamiz de su voluntad y nos de aquéllo que vaya a cumplir el propósito que Él tiene para nuestras vidas…
MUchas bendiciones para todos los lectores y el equipo de Devocional.