Príncipes a pie – Osmany Cruz Ferrer
PRÍNCIPES A PIE
“Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra”
(Eclesiastés 10:7)
Hoy se teoriza sobre los resultados de la fe más allá de lo que dice la Biblia. Si crees puedes ser lo que quieras, obtener lo que quieras, hacer lo que quieras. ¿Será cierto? ¿Podemos cambiar nuestra suerte a fuerza de desearlo y esperarlo? La fe en Dios y lo que él puede hacer en, por y a través de nosotros debe estar presente en todo Cristiano auténtico. Al que cree, todo le es posible, enseñó el mismo Jesús. ¿No me da acaso esta promesa la licencia para esperar precisamente eso, lo imposible, lo improbable, lo quimérico? Creer hasta cambiarlo todo y hacer posible mis más hondos anhelos, ¿no se trata de eso? Ciertamente Jesús hizo esa promesa, una promesa que no se entiende correctamente dado el desmedido interés del hombre en sí mismo y en su parte en la historia de Dios. Jesús insiste en cuestiones en la que Dios quiere obrar y donde el hombre puede ser parte del milagro si puede creer. No es al revés, no se trata de conquistas que el hombre quiere alcanzar y donde Dios puede ser parte si tenemos fe. Dios es el Señor, es su voluntad la que debemos seguir y es a sus promesas a las que debemos creer. La fe puede cambiar todo aquello que sea la voluntad de Dios que sea cambiado. ¿Es por eso la fe que profesamos una fe débil? En absoluto. Nuestra fe es tan fuerte que siempre obtiene aquello que en verdad proviene de Dios.
Los cristianos tienen accidentes aunque oran antes de salir de viaje. No sanan muchas veces, aunque suplican fervorosamente por su salud debilitada. Mueren como mártires, aunque Dios es poderoso para librarlos de la muerte. Son perseguidos por gobiernos hostiles, aunque el Señor podría eliminar a una administración completa de gobierno con un chasquido de dedos. Hay miles de cristianos desempleados, pobres, perseguidos, encarcelados por aquello en que creen. Creyentes cuya fe está cimentada en lo que Dios es y significa para ellos, no en las dádivas, sino en el dador. Creyentes que se saben príncipes peregrinos. Hombres y mujeres que saben que les espera una patria mejor, que lo que aquí sucede no se compara con lo que Dios les tiene preparado. Que intuyen que lo que se ve es poco atractivo cuando esperas anhelante las maravillas de Dios que aún, por un tiempo, no se ven.
No por ello dejan de luchar, no por ello dejan de buscar, ni dejan de esperar. Sin embargo, luchan, buscan y esperan sabedores de que ya lo tienen todo, aunque todavía no. ¿Es la riqueza señal de una fe saludable? ¿Es obtener todo lo que queremos evidencia de que somos aprobados en el Señor? Pienso que no. De hecho la fe puede tener consecuencias menos glamorosas que las que predican algunos mercachifles del evangelio de la avaricia. El escritor a los Hebreos habló de una fe portentosa que pone en fuga a ejércitos, tapa bocas de leones y ve resurrecciones, pero también explica que: “otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:35-38). Una fe ambidiestra que se contenta siempre, que vale por su objeto de confianza, Dios. La fe cristiana es valiosa porque es una fe en Dios. Fuera de Dios la fe es un error, o en el mejor de los casos es optimismo humano, fugaz y débil.
Los he visto con los zapatos rotos. Los he visitado en el hospital. He estado con ellos en una cafetería mientras me dicen que ya van varios meses sin conseguir trabajo. He estado en la funeraria haciéndoles compañía junto al esposo o al hijo que no verán despertar más en esta vida. Me han contado que sonríen entre barrotes desde inhóspitas prisiones en países antagónicos al evangelio. No llevan una corona con diademas, ni un rolex en el brazo, pero son príncipes. Y aunque haya millones que tengan todo lo que este mundo ofrece, sigue habiendo un remanente que son príncipes de otro mundo. Andan a pie, pero tienen un reino extraordinario, y muy pronto lo recibirán
Autor: Osmany Cruz Ferrer
Escrito para www.devocionaldiario.com
Hermoso!!
Cada devocional es bendición para mi vida. Bendiciones
Gracias Osmany!! Que potente devocional!!!
Dios te bendice!!!