Ayes sobre liliputienses y blefuscuenses – Osmany Cruz Ferrer
AYES SOBRE LILIPUTIENSES Y BLEFUSCUENSES
“Pero tú sé sobrio en todo”
(2 Timoteo 4:5a)
¡Ay de los que por escalar peldaños eclesiales se callan la injusticia! ¡Ay de los que buscan grandezas sin querer pagar el precio del servicio esmerado y sincero! ¡Ay de los que son una cosa ante las figuras de autoridad y otra muy distinta en el secreto de sus pensamientos! ¡Ay de los que lisonjean a los que pueden ayudarles a conseguir sus “sacros” propósitos! ¡Ay de los que no defienden la causa de su hermano por temor a cerrarse puertas ministeriales! ¡Ay de los que sustituyen la fe por intrigas y astucia humana para trascender! ¡Ay de los cobardes que se desentienden de los que vienen detrás y no asisten a los que comienzan, ni le conceden favor alguno para que éste no les haga sombra! ¡Ay de los que predican palabras endulzadas con sabiduría humana para hacerse populares! ¡Ay de los que son neutros en el púlpito y predican lo que se les encomienda y no lo que dice Dios por temor a perder su espacio en la plataforma! ¡Ay de los que se pavonean con ínfulas de súper siervo de Dios, traicionando así el carácter de Cristo y su mensaje! ¡Ay del que piensa que carisma es unción, y que sus sermones plagados de chistes pueden sustituir la responsabilidad suprema de estar en el secreto de Dios!
¡Ay del que busca en un cargo realización humana, regalías económicas, fama, poder y no lo que es de Cristo! ¡Ay de los que tienen “éxito” a costa de utilizar a su hermano!, ¿no saben acaso que Dios no entra en el negocio de la manipulación? ¡Ay del que adormece a su auditorio con palabras sosas, recicladas de otros oradores y carentes de la auténtica savia profética! ¡Ay de los que se autoproclaman intocables y gobiernan la iglesia a base de intimidación y excomuniones! A quienes hacen tales cosas, Dios no les tendrá por inocentes. Seres pequeños de alma, encandilados con lo superficial e intrascendentes, como aquellos liliputienses y blefuscuenses, personajes literarios de Jonathan Swift. Habían comenzado una guerra, pues no se ponían de acuerdo sobre si los huevos debían ser cascados por el lado más grueso o por el más angosto. Tal puede ser la inmensa pequeñez de algunos, que se juegan la vida eterna dando atención a lo que en verdad no importa. Mayordomos perezosos, buscando atajos para cumplir su llamamiento.
Seamos cuidadosos en nuestro andar no sea que extraviemos el camino y nos llegue a gustar la calle más transitada con su espaciosa anchura. Ser cristiano es ser fiel al ejemplo de Jesús. Él no buscó el poder, sino oportunidades de servicio. El Señor no le dio la razón a los fariseos para que le invitaran a los púlpitos de las sinagogas. Cualquier escenario le era perfecto para sus sermones: la orilla del lago, la ladera de una montaña, la sombra de una higuera sin frutos. No dijo medias verdades a los saduceos, no lisonjeó a los romanos, no se ablandó ante la tiranía de Herodes o Pilato. Su mensaje radical le granjeó enemigos, su conducta irreprochable provocó a los falsos religiosos, e hizo rabiar a Roma. No comprometió nunca su causa con una actuación falsa. Comenzó su ministerio después de ser lleno del Espíritu Santo como señal de Dios sobre su vida y como estandarte de su predicación. Defendió a los desfavorecidos, creyó en aquellos pocos discípulos sinceros, pero inexpertos y los llamó amigos. Su servicio de amor es la meta diaria a la que debemos aspirar, nada más debe atrapar nuestra atención.
Son tiempos difíciles los que vivimos. Se han globalizado los trucos de autoayuda para y las estrategias para obtener un éxito efímero, pero cuesta globalizar la integridad, la lealtad al ejemplo de Cristo, la justicia, la valentía y el amor no fingido. Debemos marcar la diferencia, actuar en anárquica rebelión contra lo que es falso y velar para que nuestras vidas peregrinen a la sombra de las Sagradas Escrituras. Habrá ayes para los que hacen mal, pero para los que piadosamente eligen vivir y ministrar: el bien y la misericordia de Jehová le seguirán todos los días de su vida y en la casa del Señor estarán por siempre (Salmos 23:6).
Por: Osmany Cruz Ferrer
Escrito para www.devocionaldiario.com