Los hijos de Dios se conocen por lo que son, no por lo que dicen ser – Marisela Ocampo Otálvaro
Los hijos de Dios se conocen por lo que son, no por lo que dicen ser
Son diversas las obras hermosas que muchos hacen ante los ojos del mundo y desde el punto de vista humano parecen agradables ante los ojos de Dios. Sin embargo, las buenas obras que podamos realizar no necesariamente son la prueba de una verdadera entrega en adoración al Señor.
Algunas personas tienden a confundir los frutos del Espíritu con obras piadosas; entonces, se puede caer en el error de creer que alguien es hijo(a) de Dios tan sólo porque ora muy bonito, sabe mucho de la Biblia, conoce mucho de Dios y habla y escribe muy bonito acerca de Él, porque permanece mucho tiempo en la congregación, hace obras de caridad, canta y alaba hermoso, sirve en la iglesia y por otras tantas obras similares, cuando este tipo obras son deber de todo aquel que se dice cristiano, no para jactancia y vanagloria, sino ejercidas en la verdad de la palabra, en justicia y santidad como muestra del amor, la dependencia y la necesidad que tenemos de Cristo Jesús nuestro Señor y cuyo propósito radica principalmente en obedecer su voluntad para gloria y honra de su santo nombre.
Reflexionemos en lo siguiente: ¿Qué sentido tendría para Dios el hecho de que hagamos todo lo mencionado si estamos apartados de su verdad y de la vida recta que Él quiere que vivamos? Ante Dios no tiene ninguna validez hacer obras aparentemente santas cuando son simplemente una fachada que alimenta nuestro ego, con la única pretensión así sea inconsciente, de buscar ser aprobados por los hombres y sentirnos menos culpables o más “buenos” que otros delante del Señor. ¡Qué engaño, qué mentira! ¡Cuánta hipocresía! ¿Acaso se nos olvida que la salvación no es por obras sino por fe y gracia? “Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere”. Romanos 3:22 (Nueva Traducción Viviente). Ahora, no estoy queriendo decir que las obras piadosas sean innecesarias; reitero, toda buena obra ofrecida a Dios es la manifestación del amor que nos ha revelado en Cristo Jesús y si realmente somos sus hijos, andaremos como sus hijos, haciendo lo que a Él le gusta que hagamos no para vanagloriarnos sino para adorarlo y agradarlo a Él. Toda buena obra ofrendada a Dios, debe ser una obra santa, sin mancilla, una obra alineada a su palabra.
Si decimos vivir en la verdad de la fe, que es en Cristo Jesús, no sólo vamos a dar buenos frutos sino que también vamos a hacer buenas obras por amor de su nombre. Podríamos decir que las buenas obras son la expresión de la fe que profesamos, la afirmación de los frutos que el Espíritu Santo produce en nuestra vida y solo Dios sabe cuántas de las obras que hacemos son producto del Espíritu y no de la carne. Todo lo que hagamos para agradar a Dios viene del Espíritu, pero todo lo que se haga para agradar al hombre es producto de la carne, obras muertas resultado de una fe muerta, porque cuando no las hacemos para Dios estamos negando la fe. Como dicen por ahí: “No todo lo que brilla es oro”, así mismo podríamos decir, “No todo lo que aparenta ser una buena acción, es agradable a Dios” y “No todo el que hace buenas obras, es hijo(a) de Dios”.
“Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil”. Santiago 2:17 (Nueva Traducción Viviente). Qué mejor obra que dar testimonio del amor, la santidad, la justicia y la verdad que decimos vivir en Cristo Jesús. La mejor forma de mostrar al mundo nuestra fe es por medio del testimonio que damos conforme el fruto de la salvación “el carácter justo de Jesucristo hecho una realidad en nuestro diario vivir”. “Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva. Que estén siempre llenos del fruto de la salvación, es decir el carácter justo que Jesucristo produce en su vida, porque esto traerá mucha gloria y alabanza a Dios”. Filipenses 1:10-11 (Nueva Traducción Viviente).
Tengamos en cuenta lo siguiente: las buenas obras que hacen los hijos de Dios nacen del Espíritu, son obras santas y siempre exaltan el nombre de Jesucristo. Las buenas obras que hacen los demás nacen de la carne y siempre enaltecen su propio nombre, buscando el reconocimiento del mundo, agrandándose a sí mismos y por consiguiente a Satanás; estás obras por muy lindas que parezcan nunca agradarán a Dios.
Los hijos de Dios se conocen por lo que son delante de Dios, no por lo que dicen ser, y menos por lo que aparentan ser; a Dios no se le engaña con talentos, palabras dulces, sacrificios, actos piadosos u obras ostentosas, de Dios nunca nos podemos burlar, Él conoce lo más íntimo de nuestro corazón. Así que, cuando estemos haciendo una buena obra asegurémonos de que sea una ofrenda agradable a Dios y de que su nombre brille más que el nuestro; de lo contrario, tengamos en cuenta que la única recompensa que recibiremos será la aprobación del mundo y al mismo tiempo el desprecio del Señor. “Él debe tener cada vez más importancia y yo, menos”. Juan 3:30 (Nueva Traducción Viviente).
“Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”. Mateo 7:17-23 (RV1960).
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Gálatas 2:20 (RV1960).
“Cuando yo soy menos y Cristo es más en mí, soy una ofrenda agradable ante Dios”
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.devocionaldiario.com