La sublime bendición de la salvación – Marisela Ocampo O.

La sublime bendición de la salvación

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Cuando una persona es consciente del hermoso regalo que Dios le ha otorgado por la pura gracia, misericordia y fe en Cristo Jesús; lo que hay a su alrededor se vuelve ajeno para ella. El estar en este mundo es como sentirse en el lugar equivocado y con las personas equivocadas. La maldad, la mentira, la superficialidad y el materialismo que envuelve esta sociedad, confirman lo miserable que es el ser humano sin Dios. Por el contrario, quienes estamos firmes en los caminos y propósitos del Señor (por su bendito favor y bondad), sentimos que estamos plenos en Él y que nada nos hace falta aun cuando no tenemos muchas cosas que quizá alguien inconverso si tiene y que aparentemente le da plenitud y gozo; pero a la hora de la verdad, es sólo una apariencia, una manera de disfrazar el vacío que guarda en su interior por la carencia de Dios en su vida.

En pocas palabras, tener todo lo que se quiere, menos a Cristo, es igual a no tener nada; en cambio, aunque no se tenga lo que muchas veces se anhela, pero tener a Cristo, es tenerlo todo. En Cristo hay plenitud, hay vida, hay paz, incluso muchas veces en medio de la adversidad. ¿No es hermoso saber cuán privilegiados somos los hijos de Dios? El saber de la firmeza de su amor, de su fidelidad, de su bondad y de su gracia es lo más maravilloso que le puede suceder a una persona.

Estamos en este mundo, pero no somos de este mundo; por lo tanto, no es extraño que nos sintamos diferentes al mundo ¡es que lo somos! es más, es una confirmación de que verdaderamente Cristo vive en nosotros. Es normal que los hijos de Dios no queramos tener nada que ver con las cosas de este mundo, sino más bien, hacerle saber al mundo a través de nuestro testimonio en Cristo, cuánto amamos a Dios y cuán agradecidos estamos con Él por todo lo que inmerecidamente ha hecho por nosotros. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:15-17 (RVR1960).

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:15-17 (RVR1960).

Dios nos ha concedido la sublime bendición de la salvación y la esperanza de la vida eterna por medio de su Hijo Jesucristo; Él es la riqueza más invaluable que cualquier ser humano pueda tener, quien tiene esta inmerecida bendición, lo tiene todo.

¡Aleluya! ¡Gloria a Dios, en Cristo Jesús!

Por: Marisela Ocampo O.

Escrito para www.devocionaldiario.com

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