¡Cuánta gracia! – Marisela Ocampo O.
¡Cuánta gracia!
No merecemos nada bueno de parte de Dios, y aun así, Él entregó a su Hijo Jesucristo para que pagara un precio que nosotros debíamos pagar por causa de nuestra maldad. ¡Cuánta gracia!
Cada día que despertamos es una nueva oportunidad de vida que Dios nos regala para reconocer nuestra condición de pecaminosidad delante de su presencia y clamar por su bondad y su perdón en el nombre de Jesús. ¡Cuánta gracia!
Perdidos en nuestros pecados y delitos, Dios nos rescató y nos redimió de tal carga. Ahora podemos confiar en la promesa de salvación que nos ha sido dada por medio de Cristo Jesús. ¡Cuánta gracia!
Antes éramos huérfanos, unos completos extraños ante Dios; ahora, podemos estar tranquilos, conservando la garantía de que nunca más volveremos a estar apartados de su presencia, pues hemos sido comprados a precio de sangre, hemos sido rescatados por nuestro Salvador y hemos recibido el don maravilloso del Espíritu Santo para poder avanzar cada día hacia el supremo llamamiento que nos ha hecho el Señor. ¡Cuánta gracia!
Después de haber estado tan ciegos, podemos sabernos confiados en las manos del Señor; creyendo fielmente que en todo tiempo Él está con nosotros y que pase lo que pase nunca nos dejará solos. ¡Cuánta gracia!
Habíamos perdido toda esperanza, creíamos que nada tenía sentido en nuestra vida y que nada de lo que hacíamos valía la pena. Ahora, todo lo que vivimos sabemos que lo vivimos por aquel que nos dio libertad, salvación y vida eterna; por Cristo Jesús, para que por Él y en Él glorifiquemos a Dios nuestro Padre celestial. ¡Cuánta gracia!
Antes vivíamos preocupados por conseguir el pan de cada día, angustiados dependíamos de lo que en nuestras propias fuerzas podíamos hacer para suplir cada una de nuestras necesidades; aunque incluso en esos tiempos, el favor de Dios jamás nos faltó, sólo que nunca lo reconocimos. Pero qué gran satisfacción se siente al saber que todo lo que necesitamos está en control de nuestro sustentador, de Dios, quien por medio de su Hijo Jesucristo provee día a día cada necesidad y anhelo que tenemos. No importa la magnitud, Dios no deja de ser nuestro ayudador. ¡Cuánta gracia!
Los hijos de Dios conservamos la esperanza de que cada día de nuestra existencia está bajo su control, que todo lo que vivimos Él lo permite para sacar lo mejor de nosotros y cumplir sus propósitos según lo ha establecido. ¡Cuánta gracia!
Los hijos de Dios sabemos que nuestro Padre nos cobija bajo sus alas, que nada ni nadie puede hacernos frente porque Él es nuestro defensor, y esto es posible por el regalo inmerecido de su Hijo Jesucristo. ¡Cuánta gracia!
“SEÑOR, yo te alabo porque tú me sacaste del peligro y no les diste motivo a mis enemigos de alegrarse con mi desgracia. SEÑOR Dios mío, clamé por tu ayuda y tú me sanaste. SEÑOR, tú me sacaste del lugar de la muerte; estaba al borde de la tumba y me diste vida”. Salmo 30:1-3 (Palabra de Dios para Todos).
“Dios, por su generoso amor, aprueba a todos gratuitamente. Es un regalo de Dios hecho posible porque Jesucristo hizo lo necesario para liberarnos del pecado. Dios ofreció a Jesucristo para hacer posible, por medio de su muerte, el perdón de los pecados. El perdón se recibe a través de la fe. Él ofreció a Jesucristo como sacrificio para demostrar que Él siempre es justo en lo que hace. Lo demostró en el pasado cuando en su paciencia pasó por alto los pecados de muchos, y también ahora al aprobar a todo aquel que confía en Jesús”. Romanos 3:24-26 (PDT).
“Cristo murió por nosotros en el momento preciso: cuando éramos incapaces de salvarnos, siendo enemigos de Dios. Es muy difícil que alguien muera por salvar a una persona justa. Pero quizás alguien pudiera arriesgar su vida por una persona muy buena. En cambio, Dios nos demostró su amor en que Cristo murió por nosotros aun cuando éramos pecadores. Con mucha más razón ahora, seremos salvos de la ira de Dios porque Él nos aprobó por medio de la muerte de Cristo. Cuando éramos enemigos de Dios, Él hizo las paces con nosotros a través de la muerte de su Hijo. Con mayor razón ahora que somos amigos de Dios, Él nos va a salvar por medio de la vida de Cristo. Además, ahora nos alegramos por lo que Dios ha hecho ya que tenemos amistad con Dios a través de nuestro Señor Jesucristo”. Romanos 5:6-11 (PDT).
Gloria a Dios por su Hijo Jesucristo, ¡Cuánta gracia!
Por: Marisela Ocampo O.
Escrito para www.devocionaldiario.com