Un desierto que no es “mi desierto” – Luis Caccia Guerra
Un desierto que no es “mi desierto”
Gedeón fue un gran cobarde, según afirman los que saben. Sin embargo, Dios lo llamó por medio de su ángel “Varón esforzado y valiente”.
Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente.
(Jueces 6:11-12 RV60)
Esto me alienta en gran manera. Debo decir que en los últimos tiempos hemos vivido cosas verdaderamente inverosímiles. No hay lugar para ese tipo de cosas en la vida de un hijo de Dios. Sin embargo, mi amada, mi amado que nos lees; allí estábamos sufriendo los embates de la vida como cualquier desamparado, como cualquier hijo de nadie, sin que Dios hiciera absolutamente nada por nosotros, excepto los cuidados esenciales y preservar nuestras vidas y salud.
Fue duro mientras el proceso duró. Una mezcla de sentimientos, como bronca, amargura, decepción, frustración, se arremolinaban en un torbellino en medio del corazón.
Cuando las aguas bajaron, cuando las aguas se aquietan, viene la calma. Con la calma, la reflexión. Con la reflexión, la claridad, el discernimiento; y con ello, las decisiones.
“Dios mueve el cielo entero en aquello que el ser humano es incapaz de hacer, mas no mueve una paja en aquello que la capacidad humana puede resolver.” (Antiguo proverbio oriental)
Por lo tanto, cuando las decisiones se concretan en hechos, Dios obra.
Es entonces, cuando recién pude verlo. Había estado mirando el lado oscuro, lo negativo. Durante siete años de mi vida estuve en una comunidad en la que a mi precario entender, era un verdadero desierto. Y tal vez así lo haya sido. Era una comunidad que cuando llegué venía de una división importante, que no tenía un pastor y que estaba empezando de nuevo, con el esfuerzo de sus ancianos. Poco menos de tres meses después, llegó un pastor casi sin experiencia. Ese era el panorama, sin que en aquel entonces, yo conociese los detalles. Hallé en ese lugar un verdadero desierto para mí, pero lo que no sabía, era que ese era “un desierto hecho a mi medida”, un “desierto para mí”, un desierto que me estaba esperando a mí. Es que en ese desierto es donde ví la zarza arder y la voz de Dios escuchar. Un desierto en el que compartí cosas con ese pastor que nunca compartí con otro, y que hoy a once años de aquél primer día aún puedo ver y disfrutar. Un desierto en el que fui llamado a un ministerio que, altos y bajos mediante, hoy puedo disfrutar y compartir una década. ¡Gracias a Dios, Diego por tu ministerio!
Un día, simplemente decidí que mi estadía en ese lugar “tenía fecha de vencimiento” y emprendí la retirada en busca de, a mi precario entender, “mejores horizontes”, en busca de “mis raíces”. Sin proponérmelo, dejé un vacío. Una herida. Y hoy lo siento, me arrepiento.
“Es increíble el estado de indefensión, desamparo, orfandad que siento de parte de Dios…” escribía hace tan sólo unos días atrás en mi diario de notas.
El arroyo se secó. Los recursos se fueron. El espíritu de Dios se retiró. Hoy puedo entender el sentimiento de orfandad, la ausencia del rostro de Dios en nuestras vidas. Comencé a caminar otro desierto. Un desierto que no era mi desierto. Caminando en círculos sin llegar a ninguna parte. Un desierto desolado, con el silencio de Dios, y donde había muchas luces, pero no había zarza ardiendo.
Amada, amado: tal vez adviertes que el arroyo de tu vida hoy se secó, que tus oraciones literalmente “rebotan” en el techo y no pasan más allá de eso. Pueden ser muchas las causas, pero tal vez hayas hecho cambios en tu vida, de lugar, de grupo que te bendecía y contenía… no lo sé; salirse de donde Dios te puso, tomar las decisiones equivocadas buscando sinceramente “mejores horizontes”… pero en alguna curva del camino pasaste de largo y te fuiste a la banquina.
“¡Dios quiere que demos fruto! Quiere que nuestras vidas, añadan valor a las vidas de otras personas, y que nuestro ejemplo en el mundo atraiga a las personas al Reino de Dios.” (Joyce Meyer)
Gedeón fue, al decir de los que saben, un “gran cobarde”. Y tal vez tengan razón. Sin embargo eso a Dios no le importó. A Él le importó más lo que había de ser en Sus Manos, que lo que era por sí mismo. Y hoy no resulta ser muy distinto para ti o para mí.
Amada, amado: hoy es el tiempo en que en oración busques la voluntad de Dios agradable y perfecta y decidas regresar al camino en el que Él te puso. Nada vales por ti mismo. TODO lo vales cuando es la mano de Dios la que guía tu vida. Es hora de invitarlo a Dios a sentarse en el ASIENTO DEL PILOTO de tu vida.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
(Romanos 12:2 RV60)
por Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com