Te ví – Luis Caccia Guerra

Te ví

te-vi

Le dijo Natanael:  ¿De dónde me conoces?  Respondió Jesús y le dijo:  Antes que Felipe te llamara,  cuando estabas debajo de la higuera,  te vi. (Juan 1:48)

“Jesús dio testimonio de lo que pasó cuando Natanael estaba debajo de la higuera. Probablemente, entonces, estaban orando con fervor, buscando dirección acerca de la Esperanza y el Consuelo de Israel, donde ningún ojo humano lo viera. Esto le demostró que nuestro Señor conocía los secretos de su corazón” (Comentario Mathew Henry).

En Israel había tres plantas simbólicas respecto de la relación de Dios con su pueblo. El olivo, símbolo de la presencia del Espíritu de Dios entre su pueblo;  la higuera, los frutos que Dios esperaba de su pueblo y la vid, representación de la relación íntima entre Dios y el pueblo de Israel.

Pues bien; debajo de la higuera en casa, Natanael hacía su lectura de las escrituras y tenía su momento a solas con Dios, lejos de las miradas de las personas. La alusión de Jesús a su meditación de la Ley bajo la higuera era algo muy personal que sólo Natanael conocía, de ahí su asombro cuando Jesús se lo revela.  

-Ayer pasé por al lado tuyo y te ví. Me dijo un amigo cierto día.

-Perdón, le respondí con toda sinceridad; yo no te ví.

Cuántas veces, en medio de la más terrible prueba, en medio del dolor más intenso; tal vez cuando transitaba en soledad las ardientes arenas del desierto, la atenta mirada de Jesús estuvo pendiente de mí, pegado a mi lado sin que yo fuera capaz de notarlo. Y cuántas veces alcé mis airadas quejas delante de Dios por creer que había escondido su rostro, que había apartado su mirada de mí.

¡Anda, papá te está mirando! Escuché una tarde cuando regresaba del trabajo, a un papá decirle a su pequeña hijita, mientras la chiquilla después de un momento de vacilación, se lanzó confiada hacia el mini-market a comprar su golosina bajo la atenta mirada de papá. Parece que mientras más crecemos, más nos cuesta confiar.

Antes de que Natanael lo supiera, Jesús ya se había fijado en él y había visto su corazón. “He aquí un verdadero israelita,  en quien no hay engaño” le dijo (Juan 1:47). No dijo: “no hay pecado”. No hay “engaño”, es lo que le expresó. Es que antes de que tú y yo lo supiéramos Jesús ya se había fijado en nosotros.

Me emociona y me alienta saber que no importa en dónde ni en qué menester me encuentre. Me emociona y me alienta saber que esté donde esté, haga lo que haga, nada de lo que pueda hacer podrá conseguir que Dios me ame menos de lo que me ama, y que nada puedo hacer para que Dios me ame más de lo que me ama.

Me emociona y me alienta saber que NUNCA, JAMÁS, LA VOLUNTAD DE DIOS HA DE LLEVARME MÁS ALLÁ DE DONDE LA GRACIA Y LA MIRADA DE DIOS NO PUEDAN ALCANZARME.

Antes,  en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte,  ni la vida,  ni ángeles,  ni principados,  ni potestades,  ni lo presente,  ni lo por venir, ni lo alto,  ni lo profundo,  ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios,  que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

(Romanos 8:37-39 RV60)

Por Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

 

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