Junto al estanque – Luis Caccia Guerra

Junto al estanque

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Después de estas cosas había una fiesta de los judíos,  y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén,  cerca de la puerta de las ovejas,  un estanque,  llamado en hebreo Betesda,  el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos,  ciegos,  cojos y paralíticos,  que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque,  y agitaba el agua;  y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua,  quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado,  y supo que llevaba ya mucho tiempo así,  le dijo:  ¿Quieres ser sano? Señor,  le respondió el enfermo,  no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua;  y entre tanto que yo voy,  otro desciende antes que yo. Jesús le dijo:  Levántate,  toma tu lecho,  y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado,  y tomó su lecho,  y anduvo.  Y era día de reposo aquel día.

(Juan 5:1-9 RV60)

Nada dice la Escritura sobre qué festividad se estaba celebrando en aquella ocasión. Los judíos celebraban varias fiestas anuales: Pascua en abril; Pentecostés en junio; Los Tabernáculos en octubre; y la Dedicación en nuestro equivalente al mes de diciembre. Nada se conoce a ciencia cierta de cuál de todas ellas se trata. Es más, sólo uno de los evangelistas alude a esta escena de la vida de Jesús, Juan. Sin duda alguna debió ser de gran importancia, por cuanto Jesús subió a Jerusalén para celebrar el evento. Muchos eruditos se inclinan por Pascua.

Varios fueron los flancos por los que los judíos en aquella oportunidad atacaron con encono a Jesús. Uno de ellos, haber quebrantado el día de reposo. Jesús no desaprobaba la observancia del día sábado como un día dedicado al descanso y a la adoración. De hecho, sabemos que asistía con regularidad a la Sinagoga. Lo que sí reprobaba eran las estrictas y extremistas restricciones que las autoridades religiosas imponían a la gente para observar el día sábado, que lejos de un beneficio físico y espiritual con frecuencia iban en contra de los propósitos de Dios.  Es en este contexto donde Jesús sana al hombre que hacía treinta y ocho años se encontraba enfermo.

Días atrás escuché, por cierto, un brillante y elocuente sermón sobre este tema. No sólo resultó de mucha inspiración para el presente artículo, sino también para mi propia vida. Y es que no pude menos que sentirme profundamente identificado con este hombre enfermo e imposibilitado. Mientras escuchaba atentamente el mensaje, apunté en mi tablet: “Hace 35 años que espero que el ángel agite las aguas.”

Son los años que han transcurrido desde aquella noche de octubre de 1980, en que decidí entregar mi vida al Señor, en ese mismo lugar. Hoy descubro que he permanecido todo ese tiempo esperando que alguien me lleve al estanque cuando el ángel baja a agitar las aguas.  Y por supuesto; siempre alguien más llega antes que yo.

Pero hoy entiendo que lo que hizo ese hombre, por fin es mucho más valioso y efectivo que mirar el evento, que enfocarme en las aguas del estanque, que esperar que alguien haga por mí lo que yo no puedo o no he aprendido a hacer.

Muchas son las dudas sobre su nombre y significado, pero en general, la mayoría de los expertos coinciden en que “Betesda” significa “Casa de misericordia”.

Hoy decido aferrarme ya no con mis propias fuerzas, que a menudo flaquean y se debilitan; sino con las fuerzas de Dios, a esa Gracia. Asido fuertemente a las manos del Autor de la “MISERICORDIA” (palabra compuesta de origen latino que significa: “poner el corazón al lado del que sufre”).

Hoy dirijo mi mirada, no a las aguas de un estanque, que de por sí, nada tienen para ofrecerme; sino al DUEÑO DE LAS AGUAS, AL QUE ENVÍA AL ÁNGEL, al que LE ORDENA AGITAR LAS AGUAS.

De cierto,  de cierto os digo:  No puede el Hijo hacer nada por sí mismo,  sino lo que ve hacer al Padre;  porque todo lo que el Padre hace,  también lo hace el Hijo igualmente. Porque el Padre ama al Hijo,  y le muestra todas las cosas que él hace;  y mayores obras que estas le mostrará,  de  modo que vosotros os maravilléis.

(Juan 5:19-20 RV60)

Por: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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