Hay bendiciones que son dolorosas – Luis Caccia Guerra
Hay bendiciones que son dolorosas
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.
(1 Pedro 1:3-9 RV60)
¡Señor! ¡Qué manera de comenzar una carta!
“Estos versículos constituyen una de las más bellas porciones de la Palabra de Dios, pues nos describen admirablemente las riquezas de la herencia que Dios nuestro Padre tiene preparada para los que le aman.” (Matthew Henry)
Épocas complicadas para los cristianos transcurrían a la hora de escribir esta carta. Nerón comenzaba una durísima persecución, tal vez la más cruenta de la historia. Se dice que quemaba cristianos para iluminar los jardines del palacio. Probablemente escrita desde Roma, se envió a los creyentes de las iglesias en las cinco provincias romanas de Asia Menor, lo que hoy es la mayor parte de la Turquía actual, para infundirles ánimo y esperanza.
Escrita por El mismo a quien Jesús le dice: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17). Escrita por quien también recibió la severa reprimenda: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo…” (Mateo 15:23) y por el mismo a quien aquella oscura noche del arresto de Jesús le negó tres veces antes de que el gallo cantase al amanecer (Mateo 26:75).
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.
(Juan 21:17 RV60)
“Entre su fracaso inicial y la redacción de su carta, Pedro fue usado como catalítico en la formación de la iglesia primitiva. Pero una vez que fue quebrantado y humillado, su liderazgo fue completamente diferente de lo que hubiera sido sin su fracaso.” (Charles R. Swindoll)
La carta, sin lugar a dudas; pero también la vida de su escritor, el contexto y trasfondo histórico en medio del cual fue escrita, me llenan de aliento y esperanza. Palabras que calan profundo en el corazón quebrantado de este siervo. Y es que no todas las bendiciones tienen que ver con algo lindo, alegre, feliz. Hay bendiciones que, definitivamente, son dolorosas.
En el transcurso de esta semana he sufrido severas reprimendas; escuchado comentarios virulentos sobre mí, con una notable dosis de rechazo, animosidad, agresividad. He vivido episodios y situaciones humillantes. Más de una vez me pregunté ¿Y Dios dónde está?
Caigo entonces en la cuenta de que ahí mismo estaba, en medio de todo eso. Es que he estado sufriendo penalidades (II Timoteo 2:3; Hebreos 12:6). Tengo dudas sobre los móviles de esas personas, en tanto tomo la decisión de perdonarles, toda vez que perdonar no es un sentimiento sino una decisión; mientras ruego a Dios sane mi corazón y quite las raíces de amargura.
“Si ahora mismo usted siente que lo que está ocurriendo en su vida es más de lo que puede sobrellevar, no ve una salida, y no tiene ni idea de qué hacer, entonces está en un buen lugar. Usted sabe que lo único que puede hacer es confiar en Dios, y eso es exactamente lo que Él quiere.” (Joyce Meyer)
Vienen a mi recuerdo las dolorosas inyecciones de penicilina semanales que me aplicaban cuando era un niñito. Me dejaban doliendo toda la pierna durante varios días. Cuando por fin comenzaba a pasar el dolor, venía otra inyección del otro lado y por uno o dos días eran las dos piernas las que dolían. Después de tres años de tratamiento por fin los últimos análisis comenzaron a mostrar buenos resultados y vino la sanidad.
Hoy, a cuarenta años de aquellos tristes días, las cosas no resultan ser muy distintas. Es que a veces los procesos de sanidad son dolorosos. ¡Estoy siendo bendecido!
En esta certeza y con esta convicción, es que en esta semana tomé la decisión de abandonar, de renunciar a al menos tres hábitos que durante años, no han hecho otra cosa que estorbar en mi vida, familia y ministerio. No tengo la menor idea de cómo se sale de esto, pero sí sé que hoy tomo la decisión de abandonarlos en el poder del Señor mientras entrego mi corazón a Dios y espero que Él haga lo que yo no puedo hacer; obrar el milagro de sanar las heridas, restaurar este corazón roto (Juan 15:5).
Sí, la carta de Pedro me llena de luz y de esperanza.
para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
(1 Pedro 1:7 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com