¿Existe la igualdad? – Hefzi-ba Palomino

¿EXISTE LA IGUALDAD?

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“Por eso, despójate de lo pagano que hay en tu corazón, y ya no seas terco. Porque el Señor tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos.”

Deuteronomio 10:16-18 (NVI)

Existen como 8 versículos que reafirman  este mismo hecho: Que Dios no hace acepción (diferencia, distinción) de personas, sin embargo, he escogido este porque es quizás el que mejor refleja mi sentir. Desde hace días me he venido preguntando, porque nosotros los humanos vemos a nuestros congéneres como si vinieran de otro planeta, o fuéramos diferentes, cuando en lo esencial, el ser humano se caracteriza por sus cualidades físicas, intelectuales y espirituales y se distingue de la especie animal, precisamente por estas características, aunque seamos de diferentes razas, color, cultura y rango social y género, o  tengamos diferentes historias; todos sin excepción necesitamos comida, abrigo, vestido y tenemos las mismas necesidades físicas para sobrevivir. Todos, aunque seamos diferentes y hagamos cosas diferentes, vivamos en diferentes lugares de la tierra,  todos estamos en la misma barca y nuestro destino global debería importarnos de la misma manera.

Sin embargo, todos vemos a los demás como si fueran diferentes, por distintas razones: bien sea porque unos tienen más que otros (riquezas); porque hay seres  más inteligentes, destacados o exitosos;   porque no todos tenemos la misma suerte, destino, oportunidades; porque existen tantas culturas como lenguas, países y costumbres, tradiciones y religiones y son estas diferencias precisamente las que  se encuentran a la raíz de todo problema, guerra o conflicto y que nos impiden ver a la humanidad como una unidad.

Y este es un tema bien delicado, pues no estoy hablando en forma figurada; todos podemos observar  y corroborar como en el mundo se trata a las demás personas, aun en su mismo país y con su misma cultura. Siempre se le da más preferencia a la gente que tiene más dinero (aunque su origen sea de dudosa procedencia) a los que son más educados, (aunque la educación no forma mejores personas o las salva)  a los que son más bonitos o bien parecidos, (aunque exploten su cuerpo y no tengan nada en la cabeza, ni en el corazón)  a los que son más exitosos,(aunque para llegar alto, hayan tenido que aplastar a otros) etc.  vivimos en un mundo altamente competitivo y siempre se nos está inculcando que debemos ser “mejores” en todo lo que hacemos, ganar más dinero y hasta esperar ser más queridos, aceptados y respetados, porque mientras más “crecemos” en el mundo, más vemos por debajo a los que se quedan atrás o no avanzan al mismo ritmo que nosotros; así hay muchos que desprecian al pobre, al sirviente, al callejero, al invalido o minimizan al anciano, al niño, al huérfano o la viuda.

Pero Dios va más allá de nuestras necesidades físicas (de nuestro cuerpo e intelecto o mente) y ve y vela por nuestras necesidades en forma integral, incluyendo nuestras necesidades afectivas, de amor, de perdón, de sanación del cuerpo y del alma y principalmente por nuestras necesidades espirituales, de salvación, de perdón y de restauración. Su visión, desde que el hombre del paraíso, pecó , fue de rescatar, de salvar, de redimir, lo que se había perdido; pasando por Abraham, a quien le prometió que en él, seriamos benditas todas las familias de la tierra. (No se estaba refiriendo solo a los judíos, los árabes, los hindúes, los europeos, rusos o americanos, sino a todas las familias de la tierra)

Antes de Cristo solo existían dos categorías de hombres (y mujeres, claro) los judíos y los gentiles, pero después de Cristo y concretamente después del evangelio dado a conocer por el Apóstol Pablo, Dios quiso acabar con todas esas diferencias, y  enseñarnos lo que realmente importa, no son esas diferencias, sino  la fe, pero no cualquier fe, sino la fe, la creencia en su Hijo Jesucristo y la única señal que nos identifica y nos diferencia así mismo de otros, es la sangre de Jesús. Este es el nuevo pacto, pues Cristo no murió solamente por mí y por ti, sino por todos los seres humanos, sea cual sea su origen y su condición y es en este punto donde venimos todos a redescubrirnos e identificarnos como hijos de Dios.

Ahora que conocemos  el problema, pensemos en la solución y El mismo nos la da; antiguamente, cuando Dios escogió un pueblo para traer en el a su Hijo creo un pacto y una señal, que distinguía a su pueblo de los demás pueblos (los gentiles) pidiéndoles que – circuncidaran – (cortar el prepucio) a sus hijos varones, práctica que aún se conserva entre los judíos ortodoxos,  pero hoy  que sabemos que todo lo malo sale o nace de nuestro corazón, que es un órgano interno, central y de donde mana la vida, Dios nos está  pidiendo que circuncidemos  nuestro corazón, nos pide que cortemos  con todas estas diferencias que nos alejan del verdadero propósito de Dios para el mundo, para todas las familias de la tierra y todas las personas de la tierra y  escojamos ser sus hijos y  El como Padre; que haya paz y armonía entre los hombres y en la unidad como hermanos y hermanas en Cristo, sin importan el origen, lengua o raza.

“Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.”

Juan 1:12 (NVI)

Autora: Hefzi-ba Palomino

Escrito para www.devocionaldiario.com

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