Jesús sana al siervo de un centurión – Darío Eguizábal

Jesús sana al siervo de un Centurión

por Darío Eguizábal

el-centurion-romano“Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora”.

Mateo 8: 5-13

Los milagros de Jesús nos ofrecen poderosos principios para conocer el corazón de nuestro Señor, nos muestran su interés por las personas y su poder. Nuestro Señor desea otorgarnos amplias bendiciones espirituales, pero mientras estamos aquí en la tierra, tenemos necesidades, y esta dispuesto a suplirlas (Filipenses 4:19).

Al acercarnos a nuestro Señor, y exponer nuestra necesidad, no debemos olvidar que el poder es de él, y lo pone a nuestra disposición por su inmenso amor. La actitud rogativa del centurión demuestra su compresión de este principio (v5) y nos invita a imitarlo.

La autoridad de nuestro Señor sobre la enfermedad, le faculta para expresar con total propiedad que realizaría el milagro (v7), basado en su conocimiento de las intensiones en el corazón del centurión y la gravedad de la situación. Él siempre esta atento a nuestro clamor (Mateo 7.7).

El centurión era creyente, reconocía que Jesús era el Señor. Pero aun tenía situaciones que arreglar en su vida, mencionó que no era digno (v8). Pese a eso no dudo en buscar su auxilio en tiempos de dificultad.

Reconoció que Jesús tenía poder en su palabra para sanar (v8), mas aun, la disciplina de la vida militar le había enseñado que cuando una autoridad superior daba una orden, su cumplimiento era ineludible (v9). Cuan diferente sería nuestra vida, si comprendiéramos tan bien este principio, si pudiéramos reconocer a Jesús como nuestro Comandante General, y cumplir sus órdenes sin protesto, nos ahorraríamos muchas dificultades.

La fe demostrada por este romano, maravillo a nuestro Señor (v10), ya que ni aun entre el pueblo judío se había hallado tanta fe. Roguemos a nuestro Señor que aumente nuestra fe, para creer si vacilación en sus palabras (Lucas 17:5).

Nuestro Señor presento una profecía, respecto de la procedencia de los que serían salvos, durante este milagro (v11). Hizo gran énfasis en que los gentiles (forma en que los judíos se referían a los que no eran judíos), también serían salvos, y que vendrían de lugares muy distantes como el oriente y el occidente.

Jesús tampoco desestimó hablar del destino de los que no serán salvos (v12). Expresó claramente que muchos judíos, que se consideraban dueños de la salvación, no serán salvos. La naturaleza de la eternidad en separación del Señor es trágica, lo compara con ser sacado a la calle fría y oscura, mientras que otros se encuentran dentro de un banquete bien iluminado y con un calor confortable.

Sobre esta comparación, el comentarista Mattehew Henry escribe: “Ser excluidos del Cielo, de la luz de Dios que lo ilumina, y del calor de una comunión sin estorbos, es mucho mas trágico. Ya no quedará el menor rayo de luz ni el menor resquicio de esperanza”.

La conclusión natural del pasaje, es que el siervo del centurión fue sanado (v13). Cuando llenamos nuestro corazón de fe en el Señor, creemos en su palabra, y actuamos en consecuencia a esa fe; la gracia se derramará de forma sorprendente sobre nuestra vida (Mateo 17:20).

Si usted aun no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, le invito a hacerlo. Todos hemos pecado y estamos fuera de la gloria de Dios (Romanos 3:23). Estamos condenados a la muerte por nuestro pecado (Romanos 6:23), pero nuestro Señor nos ofrece un regalo, la salvación. Solo debemos confesar nuestros pecados, y él nos perdonará, y nos limpiará (1 Juan 1:9). Y nos convertirá en sus hijos (Juan 1:12), haciéndonos una nueva criatura, una nueva creación para Su Gloria.

El Señor mismo le ofrece esta salvación hoy

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”

Apocalipsis 3:20

Escrito para www.devocionaldiario.com

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