Más cerca de la casa que del corazón del Padre
Más cerca de la casa que del corazón del Padre
“Hay una diferencia fundamental entre la religión, que se basa en la autoridad, y la ciencia, que se basa en la observación y la razón. La ciencia vencerá, porque funciona”. (Stephen Hawking, astrofísico británico, especializado en Física Cuántica, Teoría del “Big-Bang”. 1942 – 2018). Esta es la opinión de un científico célebre, influyente, pero ATEO. Si puso RELIGIÓN vs CIENCIA, tal vez tenga razón. Si hablamos de FE … ya no es lo mismo.
¿Y cuál es la diferencia?
La palabra “religión” proviene del latín “religare” y significa “re-ligarse, ligarse nuevamente, volver a ligarse”. Lo que básicamente nos da a entender que el hecho de que un grupo de personas se re-unan o vuelvan a ligarse en pro de un credo común y afín, es una religión. Y en una religión podemos hallar materialidad, moralidad y espiritualidad.
La materialidad es la parte visible. Los rituales, las acciones, los templos, lo que hace o no hace la gente. Es la manifestación visible de la religión. La moralidad está relacionada con la ética. Lo que es lícito y lo que no. Lo que es bueno para el bien común o no. La escala de valores que regula y limita la conducta de los individuos y define los códigos de convivencia y buenas costumbres.
Pero es la espiritualidad la que nos pone en contacto con Dios, la que revela el significado de las palabras de la Biblia. La religión por sí, no transforma vidas. La FE por la Palabra de Dios, es la que tiene poder transformador. Obviamente, no es esta la “autoridad” a la cual se refería Hawking.
“Hay una necesidad de advertencia acerca de lo falso, así como de exhortación a lo verdadero”. Esto lo escribió Charles Spurgeon hace más de 100 años y hoy tiene más vigencia que nunca, cuando lo espúreo se presenta bajo etiqueta de verdadero. Es que en las iglesias hay mucha más gente de la que podemos imaginar, con más religión que conversión. Más cerca de la casa que del corazón del padre; más cerca de la Iglesia que del corazón de Dios.
Personas sinceras, pero sinceramente equivocadas. Mal guiadas que se acercaron con miedo a Dios, en lugar del temor reverente que lleva a obediencia, arrepentimiento y abstinencia de pecado. El que no entiende estas cosas, es porque nunca tuvo una experiencia genuina con Jesús. Estas cosas, como la convicción de pecado, el arrepentimiento y la conversión genuina, vienen del Espíritu Santo.
Hoy se habla mucho de “liberación”, cuando en realidad deberíamos hablar mucho más de “arrepentimiento”, que no es lo mismo. Hablar en lenguas angélicas o naturalmente desconocidas en unos cuantos casos puede ser una genuina manifestación el espíritu; pero para quienes no hemos sido dotados de ese don, dominar la lengua que se tiene tal vez sea la mejor manifestación de presencia del Espíritu. Es que se puede llorar, hablar, orar… pero el corazón no está con Dios.
En 2 Reyes cap. 17 hallamos una situación como esta. “Temían a Jehová, y honraban a sus dioses” (2 Reyes 17:33). Este es el origen del culto de los samaritanos. Hoy no necesitamos una estatua, un ídolo, una imagen visible. Nosotros mismos podemos ser nuestros propios dioses.
Un pastor y su esposa estaban encantados con su hermosa nietita. Adoraban a esa niñita. Hasta que enfermó gravemente. Fue entonces, cuando se dieron cuenta de que adoraban más la bendición, que a Dios mismo que es quien la había dado.
Es que es muy fina la línea que define uno y otro lado de un alma profundamente religiosa, pero inconversa; de una genuinamente CONVERTIDA a Dios por medio de la fe.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos”
(Salmos 139:23 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com