Confianza absoluta – Osmany Cruz Ferrer

CONFIANZA ABSOLUTA

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”

(Proverbios 3:5,6)

Un diestro equilibrista realizaba piruetas en un monociclo sobre una cuerda extendida entre dos desfiladeros. El público ovacionaba fervorosamente al verle ir de un lado al otro con tal soltura, que parecía que la fina cuerda era toda una calzada. El equilibrista entonces preguntó emocionado a la multitud: ¿Cuántos creen que puedo ir de un extremo al otro de esta cuerda con una persona sobre mis hombros? La masa ovacionaba fascinada mientras gritaba un unánime y dilatado ¡siiiii! El equilibrista entonces añadió ufano: ¿Quién será el voluntario que se subirá a mis hombros? El silencio posterior al desafío lo dijo todo. La confianza de la muchedumbre era una confianza a medias. Decían sí, pero siempre que no los involucrara a ellos. ¿Es posible que este relato sea una metáfora de algunos cristianos? Yo diría que sí.

Una confianza absoluta demanda un abandono total hacia aquel en quien la depositamos. No hay tal cosa como un sí, pero no; tales ambigüedades no son del agrado de Dios. El escritor sagrado nos aconseja en este proverbio a confiar en el Señor de todo corazón. No es una sugerencia de “lo tomas o lo dejas”, la impresión que emana del versículo es que desechar la encomienda bíblica desembocaría en una gran pérdida. Por el contrario, si depositamos nuestra total confianza en el Señor, ello constituiría en una puerta abierta para que Dios intervenga en nuestros asuntos hasta el punto de enderezar lo torcido.

Pero, ¿qué nos impide confiar absolutamente en Dios? Las respuestas pueden ser múltiples, en este caso particular, el sabio Salomón apunta a un problema frecuente: la autoconfianza. Claro que no hay nada de malo en tener instinto, en ser seguro, pero ello no nos hace infalibles, y mucho menos conocedores del futuro. De ahí que es descabellado confiar desproporcionadamente en nosotros y pensar que todo nos saldrá bien. La soberbia se disfraza muchas veces con ropajes de prudencia.

Poner a Dios delante en todo es a lo que se refiere Salomón cuando escribe: “Reconócelo en todos tus caminos”. La Versión Palabra de Dios para Todos cita este verso así: “Ten en cuenta a Dios en todo lo que hagas, y él te ayudará a vivir rectamente” (Proverbios 3:5 PDT). Cuando dice “todos tus caminos” o “en todo lo que hagas” se refiere a esa totalidad que no deja nada fuera. La confianza en Dios ha de incluir todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, si no, es cualquier cosa, pero no confianza verdadera.

Muchas veces me encuentro preocupado por cuentas que pagar, por el futuro incierto, o por la invasión de hormigas que han llegado a casa este otoño. Me descubro en semejante actitud y me avergüenzo de no tener aprendido a plenitud la lección de la confianza en Dios. Como un niño pillado por su madre mientras bebe leche del envase, inclino mi cabeza ante el Señor, hago una oración y le pido que me ayude a confiar en él.

Con el paso del tiempo uno sabe que la prudencia a veces lo echa todo a perder, aunque parezca una paradoja. Se requiere más que buen juicio para vivir la vida a la semejanza de Cristo; se necesita la ayuda del Señor. Hay que presentar cada asunto nuestro delante de Dios: el día que comienza, la conversación con tal y cual persona, la jornada laboral, el trayecto a casa, las comidas, los incidentes grandes y pequeños y todo, todo en nuestra vida. Eso es confiar en Dios, es creer que él lo sabe hacer todo mejor que nosotros y que quiere ayudarnos para que consigamos tal resultado.

Esta confianza de la que habla Salomón no presupone para nada un sentido utilitario. No es el clásico motivo egoísta: confío porque me beneficio. No, Salomón nos habla de una relación auténtica, de una amistad a sabiendas, de una confianza “de todo corazón”. Creo que eso es, además, lo que Dios verdaderamente quiere de nosotros. Cuando involucramos todo el corazón en una cuestión, entonces estamos dándole a eso la prioridad y Dios merece ser prioritario para nosotros.

Como resultado de esa relación permanente con el Señor, nuestras veredas serán derechas, porque Dios irá siempre delante.

Por: Osmany Cruz Ferrer
Escrito para www.devocionaldiario.com

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