Puzles conclusos por seguir indicaciones – Osmany Cruz Ferrer
PUZLES CONCLUSOS POR SEGUIR INDICACIONES
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”
(Proverbios 1:7)
Armar puzles puede constituirse en un verdadero juego ciencia. No se trata de juntar piezas hasta llegar al final, hay mucho camino que recorrer antes de encajar el último trozo. Primero hay que buscar una superficie plana donde podamos armar nuestro rompecabezas para que la sujeción de las piezas sea óptima. Luego, juntar por colores las figuras podría darnos ventaja a la hora formar las imágenes. Separar las piezas de los bordes y juntarlas creando el marco del puzle será imprescindible para ganar tiempo y crear el espacio dentro del cual se enmarcará nuestro puzle. Trabajar de afuera hacia adentro es vital, y hacerlo progresivamente, hasta ir viendo probabilidades con más facilidad. Entonces corresponde que observemos la forma de las piezas. Nunca fuerce nada, las piezas han de encajar naturalmente. A todo esto agréguele una buena dosis de paciencia y alcanzará su propósito en poco tiempo. He comprobado que si respeto esos pasos, aumentan mis posibilidades de disfrutar el proceso y de llegar a la meta en menos tiempo. Un puzle a medias no le gusta a nadie, dejar inconclusa una tarea es frustrante. Cuando pasa, y suele pasarle a muchos con frecuencia, no es porque el puzle era demasiado difícil, sino quizás, porque se obviaron pasos, no se realizó desde un buen principio.
En casa, de vez en cuando, armamos rompecabezas que añadan un toque de frescura a nuestro ocio y garanticen una merecida diversión. Intento que mis hijos pequeños capten estas estrategias. No tanto para que armen rompecabezas bien y en menor tiempo, sino para que a través de ellos, fijen verdades más elevadas. Deben aprender que no se llega de cualquier manera a ser virtuoso, que no se puede colocar piezas aquí y allá en alocado proceder, que la vida se semeja a un puzle donde para armarla bien, se necesitará observar procesos divinos que nos ahorrarán angustias innecesarias. Salomón, una combinación de todos los Premios Nobel juntos, escribió empezando su libro de Proverbios, que el temor de Dios es el principio para ser sabios. Una sabiduría que habla de lo práctico de la existencia misma, de vivir una vida plena, con una conciencia tranquila que pueda dormir sobre guijarros. No se puede comenzar por cualquier parte si se quiere tener éxito en esta empresa, se ha de empezar por el temor de Dios.
Salomón asegura que los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza, una decisión trágica en verdad. En el mismo momento que niegan a Dios, se hacen necios. A estos les importa poco lo que el Creador tiene que decir y creen que el puzle de la vida se puede armar mejor sin el dador de la sabiduría. Así de prepotente puede ser el hombre, ajeno a su finitud, se yergue ufano, para terminar en una condición de frustración y abandono. ¡Pobres criaturas!, al despreciar a Dios, se sabotean su felicidad y cualquier atisbo de bienestar, no es más que una ilusión, un espejismo de la mente caída que aún en su oscuridad incrédula, anhela los dones de Dios.
El escritor de Proverbios no es un filósofo de claustro, enajenado y solitario en alguna montaña distante. Salomón sabía muy bien el resultado de buscar en el placer, en el poder, o en las riquezas la plataforma donde construir la vida. Todos sus intentos fracasaron, fueron puzles malogrados que permanecen en sus escritos como recordatorio de la vanidad de la vida sin Dios. El proverbista probó demasiadas veces la hiel de lo vil y pecaminoso en el cuenco de su tozudez. Nada satisfizo su sed, una polidipsia que en su desenfreno anárquico no pudo saciar. Solo en Dios encontró esa sabiduría para vivir. Venerar al Señor le hizo competente para construir un buen futuro desde la satisfacción de estar construyendo correctamente.
Temer a Dios es venerarle por lo que él es. Se trata de respetar sus criterios y obedecer sus indicaciones. Temer a Dios es aborrecer lo que él desprecia, es estar de acuerdo en todo cuanto el Señor dice. Si empezamos cada jornada haciendo esto, la concluiremos felizmente. Si conducimos a nuestra familia en esta dinámica, los resultados serán halagüeños.
El éxito de la vida es previsible si se pone cuidado en hacer lo correcto, en el orden perfecto diseñado por Dios.
Por: Osmany Cruz Ferrer
Proporcionado para www.devocionaldiario.com
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