El constructor – Luis Caccia Guerra

El constructor
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Cuenta esta historia popular que había cierta vez un albañil que ya cansado de su trabajo, decidió retirarse de su oficio. En efecto, tomada la decisión fue y se lo comunicó a su empleador.

Cuando éste lo supo, le pidió como un favor personal, que construyera para él una sola y última casa más. Le dijo que se trataba de un sueño, un proyecto que por años había abrigado dentro de su corazón y que no quería dejar de concretarlo antes de que él se fuera. El albañil lo hizo. Pero trabajó a desgano, como que esto ya no era lo suyo. Terminada la casa, no le quedaron dudas de que ésta había sido la peor de todas las que había construido en su vida.

El dueño de la constructora, tan pronto notificado de la finalización de la obra, tomó en sus manos las llaves de la vivienda y le pidió al albañil que lo acompañara a realizar una última inspección. Una vez dentro, le entregó las llaves y con un gesto de alegría y satisfacción, le dijo: “Tu casa”. Este es el sueño, este es el proyecto que he tenido en mi corazón durante todos estos años. Quise construir una casa para tí cuando te retiraras, para mi mejor y más leal empleado.

¡Qué desazón! ¡Qué triste sensación de fracaso haber trabajado a reglamento, dando mezquinamente lo justo y necesario sin pasión alguna, como haciéndole el favor a regañadientes a su patrón!

Como cristianos así somos con más frecuencia de la que tenemos capacidad de darnos cuenta, a menos que Dios se ocupe personalmente de nosotros y permita un sacudón en nuestras vidas, que tenga a bien despertarnos de esos letargos espirituales. Toda vez que Jesús hizo mucho más por nosotros de lo que, una vez más, tenemos capacidad de darnos cuenta.

“Puede decirse sin calificación que ningún ser humano podría considerarse maduro si reduce el uso de sus esfuerzos, talentos o medios para su propio provecho. El concepto mismo de la madurez descansa en el grado de crecimiento interno caracterizado por una aspiración dentro del individuo a trascender su autoconcentración extendiéndose a las vidas de otros. En otras palabras, la madurez es una etapa en su desarrollo cuando para vivir consigo mismo de manera satisfactoria le resulta imperativo dar así como recibir.” (Alvin Goeser)

Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.

(Filipenses 2:3-4 RV60)

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.

(Colosenses 3:23-24 RV60)

Por: Luis Caccia Guerra

Escrito para www.devocionaldiario.com

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