No con mi propia luz, mas con la luz de Cristo – Luis Caccia Guerra
No con mi propia luz, mas con la luz de Cristo
Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas.
(1 Pedro 1:1-2 RV60)
Me emociona el vibrante saludo con que Pedro comienza su primera carta a los “expatriados de la dispersión…” (1ra. Pedro 1:1)
“Entre su fracaso inicial y la redacción de su carta, Pedro fue usado por Dios como catalítico en la formación de la iglesia primitiva. Pero una vez que fue quebrantado y humillado, su liderazgo fue completamente diferente de lo que hubiera sido sin su fracaso.” En las acertadas palabras de Charles R. Swindoll. (El poder de la esperanza. Charles R. Swindoll. Betania. USA. 1996)
El sol brilla, las estrellas también lo hacen. Tienen luz propia. Sin embargo durante algunas noches del mes, la Luna nos ofrece un bellísimo espectáculo mostrando un imponente disco iluminado en el cielo en su fase “llena”. Y no tiene luz propia, refleja la que proviene del sol. Pedro, en medio de sus exabruptos y bravuconadas intentaba brillar con luz propia. Una luz que evidentemente no tenía.
A mis jóvenes 23 años de edad me tocó conducir una pequeña iglesia en la ciudad en donde vivo. Cuando regresó el ministro, un año después, la congregación era el doble en número, nadie se había ido y no sólo el número había crecido. La calidad también había tenido un considerable crecimiento. Los numerosos problemas y situaciones que tuvimos que enfrentar junto con el otro hermano que estaba a cargo, el haber salido de la “zona de confort” nos enseñó el poder de la intercesión, aprendimos a tomarnos del arma más efectiva que como creyentes nos ha sido entregada en nuestras manos: la oración.
No obstante ello, no veía la hora de que regresara el pastor, poder entregar el liderazgo y ya estar en paz. Recuerdo que dejé mi posición de liderazgo provisional con un profundo resentimiento y ya no quería saber más nada con mis deseos abrazar el ministerio alguna vez. Pedro, el mismo que había caminado sobre las aguas bajo la atenta mirada del Señor en medio de la tormenta, se hundió y se equivocó muchas veces. Cuando todo había terminado para él, volvió a su barca y a sus redes de pescador.
No puedo menos que sentirme profundamente identificado con este viejo pescador. Muchas veces, tantas que ya perdí la cuenta, intenté conducir mi ministerio brillando con luz propia. Pero cuando es tu propia luz, el combustible se agota en algún momento y la luz se extingue, se apaga. Y quien esto escribe no fue la excepción. Hoy viene a mi memoria el recuerdo de aquellas difíciles jornadas. Y descubro que me siento tan mal porque nunca tuve la capacidad de considerar que cómo me puedo ver a mí mismo, en realidad tiene una importancia relativa. Lo que realmente importa es cómo Dios me ve. Lo que realmente importa no es lo que soy, sino lo que seré después del proceso.
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.
(Lucas 22:31-32 RV60)
Esto le había dicho el Señor, sabiendo lo que iba a pasar en la vida de Pedro. Descalificado a los ojos de los hombres, un gran hombre de Dios en la visión de Dios.
Tan sólo unas pocas horas transcurren entre estas situaciones. Pedro lloró amargamente cuando cayó en la cuenta de que lo había negado al Señor (Mateo 26:34 y 75). Si esto era ya difícil, sólo se trataba del comienzo. Horas aún más difíciles vendrían para terminar finalmente con la muerte de cruz del Señor. Nada dice la Escritura sobre los pensamientos que debieron pasar por la mente de Pedro aquellos días, hasta que finalmente llegan a sus oídos las esperanzadoras palabras de su Señor en un mensaje especialmente dirigido a él: “Vayan y digan a sus discípulos, y a Pedro: ‘Él va a Galilea para reunirlos de nuevo; allí lo verán, tal como les dijo. (Marcos 16:7 DHH)
Hoy entiendo que Dios trata conmigo de otra forma. Hoy El va delante de mí hacia mi Galilea, la Galilea que El tiene establecida para mí. “Vayan y digan a sus discípulos y a Pedro (cambia Pedro por tu nombre)… que El va Galilea para reunirlos de nuevo y allí lo verán…”
Una vida rendida en servicio a Dios no brilla con luz propia. Una vida rendida en servicio al Señor es como la Luna, su inmensa belleza se debe a que refleja de luz que proviene del Trono del Rey.
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
(Hebreos 11:14-16 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com