Sólo deja que Dios te ame – Luis Caccia Guerra
Sólo deja que Dios te ame
En muchas oportunidades, las contingencias de la vida nos sumen en un valle de lágrimas. Discriminación, maltrato, aparteid, violencia; enfermedades, la partida de un ser amado, un terrible accidente; una separación, la pérdida del trabajo, fracaso en los negocios o en los estudios… miles y miles son las situaciones dolorosas que pueden determinar que ayer nuestra vida era próspera y floreciente y hoy estamos sumidos en el frío y la oscuridad del profundo valle del dolor, que parece no tener fin.
Hace poco tuve oportunidad de escuchar en nuestra Iglesia, y más tarde, repasar la grabación tramo a tramo y transcribir en texto, un brillante sermón, como hacía mucho no tenía oportunidad de escuchar: “Hay una salida-Problemas”. En realidad, me atrevería a titularlo “Hay una salida: Ama a Jesús”, porque de eso justamente se trataba. Sin estridencias ni susurros, con sobriedad y reverencia, con un manejo impecable del sentido del humor, el pastor que expuso semejante sermón supo mantenerse lejos del énfasis exitista, para enfocarse en la realidad y adentrarse en un terreno realmente difícil.
Cuando los problemas invaden nuestras vidas, cuando llegan abruptamente y sin aviso para instalarse y pasar factura; cuando las dudas, el desconcierto, la incertidumbre ganan terreno sobre la fe y la esperanza, ¡ama a Jesús por sobre todas las cosas, ama a Jesús con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza!
En un mismo sentido, no hace mucho, un amado amigo que pasa por un difícil trance de salud familiar me comentaba: “-Mi apoyo y mi consuelo en todo esto, es el Señor”. ¡Qué tremenda declaración! Justamente, cuando vino esta respuesta, me estaba preguntando muy adentro de mi ser: “-¿Y cómo hace este hombre?”
Es tan sencillo como profundo, pero funciona. Sirve ante la peor de las adversidades. Va mucho más allá de las “recetas” de autoayuda cristiana y aún de aquellos vehementes, emocionados y aguerridos discursos exitistas. Es nada más ni nada menos que uno de los principales pilares que hizo que la Iglesia se mantuviera en pie durante los dos mil años de su existencia transcurridos desde su fundación.
Hoy, literalmente cada paso de nuestra vida nos confronta con luchas. Las huestes espirituales de maldad de las regiones celestes (Efesios 6:12) están al acecho a cada vuelta del camino, en cada esquina, a cada paso. No descansan.
Sin embargo, si esto ya resulta algo difícil de digerir, hay una cosa aún más complicada para nosotros como seres humanos. Y esto es: PERMITIR QUE DIOS NOS AME.
-¡Ah sí… yo sé que Dios me ama! ¿Qué estás diciendo, Luis? Es una respuesta frecuente a esto.
“El hecho de cargar el equipaje cuando hay alguien que ya ha pagado para llevarlo por mí, es casi tan incomprensible como cargar con el equipaje del pasado, ya sea relaciones interpersonales no resueltas, culpa mal dirigida o dolor no tratado. Y eso es exactamente lo que ocurrió en la cruz”. (Gordon Mac Donald)
Cuando lo que Dios hace no tiene sentido; cuando el dolor y la desgracia irrumpen en nuestras vidas sin ser invitados ni mucho menos esperados; cuando se pierde la salud y el trabajo; cuando las más vehementes, desesperadas y sentidas oraciones en un mar de lágrimas parecen estrellarse contra el techo; cuando el absurdo de una vida arrebatada en las manos de alguien con el más profundo resentimiento y desprecio por su propia vida y la de los demás; cuando los años pasan, pero el dolor no pasa… entonces… ya no resulta tan fácil de responder: “-¡Ah, por supuesto que Dios me ama!”
“(…) me sentía abrumado con los dolores y penas de otras personas, con las dudas y oraciones no respondidas. Mi compañera (…) en forma inesperada me hizo la pregunta que nunca he olvidado: (…) ¿dejas alguna vez que Dios simplemente te ame? (…) Caí en la cuenta, sorprendido, de que había sacado a la luz un vacío enorme en mi vida espiritual”. (Philip Yansey)
Ama a Jesús… ama a Jesús con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. ¡Sí! Pero la sanidad y restauración de un alma rota opera sólo cuando dejas que El te ame tal y como El quiere hacerlo, mas no como nosotros esperamos o de algún modo pretendemos que lo haga.
¡Sólo deja que Dios te ame!
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 8:37-39 RV60)
Por: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com
Qué verdad tan grande!
AMEN!!!