Jesucristo, el único nombre que merece reconocimiento – Marisela Ocampo Otálvaro
Jesucristo, el único nombre que merece reconocimiento
Cada vez que escribo un devocional, lo hago con temor y temblor delante de Dios y mi principal petición ante Él, es que todo lo escrito esté alineado a su palabra y sirva de edificación espiritual para todos los lectores.
Para mí es un gran honor poder proclamar a través de este medio la majestuosidad de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Dios Altísimo y servir de instrumento para glorificar su santo nombre, todo por la gracia y la bondad que Él gratuitamente me ha concedido.
Así que, los invito para que reflexionemos y confirmemos que todo lo que hagamos para el Señor sea verdaderamente de su agrado. En este caso, comparto con ustedes las razones del por qué, para qué y para quién escribo los devocionales:
- Porque soy una sierva, una esclava del Señor.
- Por la pura gracia y misericordia de Dios.
- Porque me apasiona hablar de mi Salvador y Redentor, porque lo amo.
- Porque anhelo que otros conozcan a Jesucristo, así como Dios me está dando el placer de conocerlo.
—————————————————————————–
- Para declarar que Jesucristo es el Hijo de Dios, que Dios el Padre lo envió para dar su vida en rescate de aquellos que en Él creen, que fue crucificado por nuestros pecados y al tercer día fue resucitado de entre los muertos para darnos salvación y vida eterna.
- Para agradar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, escribo para agradar a Dios.
- Para que todos juntos demos alabanza y honra al nombre de Jesucristo el Señor, y al mismo tiempo, gloria a Dios Padre.
———————————————————————————-
- Para mi Pastor, Señor y Maestro: “Jesucristo, el único nombre que merece reconocimiento”.
- Para mi propia edificación en Cristo Jesús y para la de aquellos que leen lo que Dios me permite escribir.
Al Señor tendremos que dar cuentas de todo lo que pensamos, hablamos y hacemos, y por eso debemos pedirle temor de Él, sabiduría y discernimiento para hacer todo como lo desea, al igual que humildad para reconocer y corregir nuestros errores, pues no debemos ser piedra de tropiezo en sus obras sino instrumento de bendición en sus manos.
Jesucristo es el único nombre digno de todo reconocimiento, fama y alabanza, es a Él a quien debemos las gracias por darnos la oportunidad de glorificarlo, es Él quien coloca en nosotros tanto el querer como el hacer para obrar conforme su voluntad, de nada nos podemos jactar.
Amigos(as) pidamos a Dios que nos perdone si en algún momento hemos pretendido robar la gloria que únicamente a Él le pertenece, tal vez nos hemos jactado de lo que no es nuestro, de lo que Él nos ha dado para servirle. Pidámosle que tenga misericordia y borre nuestras faltas, que nos regale su favor y nos deje usar idóneamente cada uno de los dones y talentos que nos ha entregado para cumplir sus obras y glorificar su nombre. Que todo lo que hagamos sea con el único propósito de honrarlo, agradarlo y adorarlo como Él desea, en espíritu y en verdad.
Es fácil caer en el engaño y dejarnos impresionar por la manera en que algunas personas hablan, escriben o proclaman la palabra de Dios y sutilmente podemos caer en el pecado de enaltecerlas, o de hecho, podemos caer en el horrible pecado de enaltecernos nosotros mismos, sabiendo que del Señor es de quien proviene toda buena dádiva y no del esfuerzo humano. Nosotros somos incapaces de agradar a Dios en nuestras propias fuerzas, solo lo podemos lograr por el don gratuito de Dios concedido en Cristo Jesús. Cuando escuches o leas lo que un siervo o sierva de Dios está diciendo acerca de Él, recuerda que es un don del Señor y que ningún reconocimiento debe ser otorgado a ellos, toda la gloria y el reconocimiento es solo para Dios, todo es por Él y para Él. Toma todo lo que sirva para que crezcas según la palabra de Dios y nunca pongas tu mirada en un simple mortal, sigue a Jesucristo el único digno de mirar, imitar y adorar. “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. 1 Juan 4:1 (RV1960). “Examinadlo todo; retened lo bueno”. 1 Tesalonicenses 5:21 (RV1960).
“… puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Hebreos 12:2 (RV1960).
Resalto lo siguiente: podemos hacer cantidad de obras hermosas en nombre del Señor, pero nunca podremos ganar mérito por medio de ellas para participar de su gloria eterna, de la salvación. El tener la gracia de Dios para servirle no nos hace mejores o más buenos que los demás ni más dignos delante de Él. Ninguna recompensa merecemos por servir a Dios, es más, el privilegio de poder servirle es ya un regalo invaluable, un honor entregado por Él, por su bendita gracia e infinita compasión.
Ocupémonos de nuestra salvación y de compartir con otros de lo que Dios nos ha dado; de su amor, misericordia, verdad y justicia. Obremos con la motivación de agradar al Señor según su voluntad, confiando en la esperanza de que cuando partamos de este mundo podamos ver la belleza plena de Jesucristo, que en ese encuentro divino podamos sentirnos afortunados de disfrutar eternamente de la presencia de Dios.
“Por eso, Dios le dio el más alto honor y el nombre que está por sobre todos los nombres, para que se arrodillen ante Jesús todos los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra, y para que todos reconozcan que Jesucristo es el Señor, dando así honra a Dios Padre”.
Filipenses 2:9-11 (Palabra de Dios para Todos).
¡Gloria y honra al único nombre que es sobre todo nombre, a Jesucristo nuestro Señor!
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.devocionaldiario.com