¿Por qué los malos prosperan? – Marisela Ocampo Otálvaro

¿Por qué los malos prosperan?

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¿Por qué los malos prosperan? es una pregunta que me hacen en reiteradas ocasiones. Podemos ver que en el mundo existen personas que están apartadas de Jesucristo nuestro Señor; sin embargo, son “felices”, prósperos a nivel económico y pareciera que no sufren ni tienen complicaciones.

“Pareciera que viven sin problemas; tienen el cuerpo tan sano y fuerte. No tienen dificultades como otras personas; no están llenos de problemas como los demás. Lucen su orgullo como un collar de piedras preciosas y se visten de crueldad. ¡Estos gordos ricachones tienen todo lo que su corazón desea! Se burlan y hablan solo maldades; en su orgullo procuran aplastar a otros. Se jactan contra los cielos mismos, y sus palabras se pasean presuntuosas por toda la tierra”. Salmo 73:4-9 (Nueva Traducción Viviente).

Esta es una realidad que los hijos de Dios vemos en muchos otros que no lo son, los vemos prosperar en sus obras cuando están totalmente desalineadas a la palabra de Dios, vemos como sus maquinaciones malvadas se cumplen a cabalidad y podemos ver cuán felices son cuando ejercen su crueldad; se mofan de su éxito, de su injusticia y no pierden oportunidad para resaltar su triunfo incluso delante del Dios Altísimo, olvidando que Él es Dios, el que todo lo ve, el que todo lo sabe. Otros hasta le agradecen a Dios la prosperidad que han logrado a causa de la injusticia que ejercen ¿habrá algo más irónico, darle gracias a Dios por tener lo que se quiere a costa de la maldad y el pecado? “Traté de entender por qué los malvados prosperan, ¡pero qué tarea tan difícil!”. Salmo 73:16 (Nueva Traducción Viviente).

Hermanos(as) al respecto sólo tengo por decir lo siguiente: si tú te estás preocupando por lo bien o bendecidos que aparentemente puedan verse los demás (especialmente aquellos viven conforme al mundo y no a Cristo), déjame decirte que lo que estás sintiendo no es justo ante los ojos de Dios; es sólo tu corazón lleno de envidia y codicia, es la concupiscencia resultado de los deseos carnales que en realidad tienes en tu corazón. En conclusión, eres uno más, no eres un hijo de Dios, porque los hijos de Dios no andamos preocupados por tales cosas. “Sólo los que no conocen a Dios se preocupan por eso. Ustedes tienen como padre a Dios que está en el cielo, y Él sabe lo que ustedes necesitan. Lo más importante es que reconozcan a Dios como único rey, y que hagan lo que Él les pide. Dios les dará a su tiempo todo lo que necesiten”. Mateo 6:32-33 (Traducción Lenguaje Actual).

Muchas veces lo que catalogamos como bendición en aquellos que están apartados de Dios (el dinero, el éxito, la posición, la prosperidad, etc.) es en realidad una maldición para ellos, porque es eso precisamente lo que más los aleja de la presencia de Dios. No importa cuánto promulguen el nombre de Dios con sus labios, si viven en pecado, en injusticia, están separados de la gloria del Señor. Es triste decir esto, pero muchos que se dicen cristianos piensan que la gloria de Dios es la manifestación del éxito, las riquezas o la prosperidad del mundo; por eso se siguen sintiendo tan inconformes e incompletos, algo que no siente un verdadero creyente porque tener a Cristo y saberse salvo, le es más que suficiente.

“Entonces entré en tu santuario, oh Dios, y por fin entendí el destino de los perversos. En verdad, los pones en un camino resbaladizo y haces que se deslicen por el precipicio hacia su ruina. Al instante quedan destruidos, totalmente consumidos por los terrores. Cuando te levantes, oh Señor, te reirás de sus tontas ideas como uno se ríe por la mañana de lo que soñó en la noche”. Salmo 73: 17-20 (Nueva Traducción Viviente).

“No te inquietes a causa de los malvados ni tengas envidia de los que hacen lo malo. Pues como la hierba, pronto se desvanecen; como las flores de primavera, pronto se marchitan”. Salmo 37:1-2 (Nueva Traducción Viviente).

“Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón”. Salmo 37:4 (Nueva Traducción Viviente).  Los deseos de nuestro corazón deben estar alineados a la voluntad de nuestro Padre Celestial, los deseos del corazón no es lo que queremos tener, sino lo que Dios quiere que tengamos, entre ello: amor, justicia, paz, verdad, santidad, gracia, gozo, bondad.

No tenemos nada que envidiarle a una persona que se enriquece o logra lo que quiere en injusticia, no importa que tan bendecida o prospera pueda verse, pues está apartada de Dios.

Las riquezas del impío son como la hierba, como las flores del campo; crecen y florecen, pero al día siguiente, se secan y se marchitan. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? (Mateo 16:26). Nosotros los hijos de Dios tenemos a Jesucristo, el dueño de todo y mientras lo tengamos a Él, nada nos falta. El gozo que da el dinero y los placeres de este mundo, es pasajero; pero el gozo y la paz que da el Señor, permanece para siempre. No hay riqueza más grande, no hay tesoro más valioso que permanecer aferrados de la diestra poderosa del Altísimo; estar bajo su protección, en su gracia, su amor y su verdad, es algo invaluable e inexplicable; sólo los hijos de Dios lo podemos experimentar.

¡Seguir a Cristo con la intensión de hacerte rico y tener lo que quieres, no es la motivación correcta, te comportas igual que los malvados de este mundo. Si sigues a Cristo por amor, independientemente de lo que puedas perder o tener, eres verdaderamente su discípulo! 

Autora: Marisela Ocampo Otálvaro

Escrito para www.devocionaldiario.com

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