Hermano Pablo – Caballos de Fuego
CABALLOS DE FUEGO
por el Hermano Pablo
Fue causado por una colilla de cigarrillo o por un fósforo arrojado descuidadamente, pero el fuego se inició en las pajas, y de allí pasó a la madera. En pocos minutos el establo estaba ardiendo por los cuatro costados. Dentro de ese establo, localizado en Sidney, Australia, había sesenta caballos de carrera.
Once de los animales murieron. Los otros, enloquecidos y con las crines y las colas ardiendo, huyeron corriendo por las calles. Uno de los caballos, un campeón, con el lomo en llamas, entró en otro establo dando inicio a otro incendio.
Murieron en total veintitrés caballos de carrera, de pura sangre. Representó una pérdida de dos millones de dólares.
Así como se produjo ese incendio, hay hombres cuya ira se enciende fácilmente, que parecen respirar fuego y llevar plomo derretido en las venas; hombres frustrados o resentidos, que son similares también a un polvorín a punto de estallar.
«Salió de aquí echando chispas», dijo la esposa de cierto hombre. «Entró aquí como bola de fuego», dijeron del mismo hombre los compañeros de oficina. «Salió a la calle como alma que lleva el diablo», dijo el portero del edificio. No es extraño, entonces, que ese hombre repleto de fuego haya matado a tres personas en un rapto de locura.
Sabemos que la vida actual tiene en tensión a todos. Hay violencia acumulada en la mente y en el corazón de muchos. Hay tormentas emocionales a punto de estallar. Hay barriles de pólvora en las almas, esperando la pequeña chispa que los haga arder.
¿Qué necesitamos? El fuego del establo de Sidney, Australia, se apagó con agua. ¿Con qué se puede apagar el fuego que arde en el alma, fuego de ira humana? Con el Espíritu de Jesucristo, Aquel que un día, serena y abnegadamente, se puso una cruz al hombro y se encaminó al monte Calvario, donde entregó su vida para que todos podamos tener paz. En Él hay paz insondable. Él dijo: «La paz les dejo; mi paz les doy» (Juan 14:27).